10 de febrero (10:04)

 


La noche quedó interrumpida en su mitad. No conseguí apaciguar mi cuerpo. Esperé una hora prudencial. He hecho el café poco antes de las siete.

Cuando me he asomado al día noche he visto las luces de la otra orilla y la luna ausente de mí.

Ayer cogí de nuevo la lectura. Pausé un día para aligerar el impacto de la que acababa de leer. Le queda poco tiempo y son más de seiscientas páginas. Otro tiempo hubiera sido cosa, ahora mis ojos se secan o duelen, requieren descansar. Por eso me acosté, aún con ganas de seguir leyendo. Estaba agotada. Me moví con la obscuridad absoluta en parte de mis movimientos, cerrando los ojos para aliviarlos.

Serían poco más de las dos y media cuando mi organismo se desacomodaba. El digestivo tolera cada vez menos lo que le doy. Hay razones. Migrañas. Desajustes. La flora intestinal arrasada. Tomé un hemicraneal, poco me hizo. Ahora parece que su efecto está. Mi mente despejada.

He añadido aceite de coco al final del café con bebida de almendras y jengibre en polvo. Tomé bicarbonato en el agua. También una cápsula de carbón vegetal. Buscaba apaciguar el revulsivo de babas, reacción estomacal que ocurre en ocasiones y me alerta. Cada vez pienso más en que los cereales me la juegan, aunque vayan en copos chafados y sin ningún otro proceso. Es el gluten. Un palo, porque limita mucho mis posibilidades. No me avengo a la fruta. Tomo melocotón en almíbar, aunque no su líquido, dátiles,… Fruta desecada o frutos secos que pasó por un molinillo que adquirí para ese fin. 


Recuerdos

Esa soledad vivida entre compañeras del colegio de monjas, las de Sra Rosa, entre vecinas a cual más negativa. Ese instituto que conseguí insistentemente, reclamando ir, queriendo olvidar los años perdidos. La memoria cerró ese ciclo infantil de los cinco a los diez. Si no hubiera salido de allí mi destino no se hubiera enderezado, porque la instrucción nos va diferenciando y sacando de la ignorancia.

Llegaban feriantes y circos. Hacía buenas migas con algunas niñas que con ellos venían. Las vecinas lo tomaban mal.

En el vecindario una amistad exclusiva, Jesús el hijo de Alejandra.

Las mujeres adultas eran cariñosas.


Lectura

He cerrado capítulo.

Autolesiones. Entiendo el enganche en hacérselas. 

Pude ver algún tiktok que hacía referencia.

En segundo de EGB tuve una alumna que desenroscaba la cuchilla de una maquineta de hacer punta (tajador) y se hacía cortes en el lateral de la lengua. Quise desentrañar su situación y su madre me dijo que no era asunto mío.

Volví al Carlos I después de pasar por La Llagosta, en el SAFA, en Barcelona de nuevo en el Cascabel y el Ramiro de Maeztu, en éste dos cursos, en los otros uno en cada uno.

Empecé en Gavá, centro que atendía en dos aulas niños y niñas con distintas complejidades, mantenido por su ayuntamiento. Después de las Navidades de ese mi primer curso cambié a un colegio de Barcelona, en Vilapiscina, el Sant Jordi, ese curso y el siguiente.

Hice oposiciones y cogí plaza de educación especial. Conocí a compañeros muy significativos. Por eso volví.


He hecho pausa

Comido una manzana y fregado los pocos platos y tazas que había.


La falta de sueño me abotarga.


Hoy es nuestro aniversario. 11 años.

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