11 de abril
Golpes
¿Cómo se vive cuando el progenitor que es tu anclaje en la vida te golpea?
Mi padre nos pegaba.
Su ira caía sobre nosotros.
He enterrado a mi padre sin rencor.
He pasado por distintos procesos al respecto.
¿He perdonado al padre maltratador?
Su violencia.
Su agresiva reacción.
Su voz.
Fui una niña temerosa de su cinturón. Más de su rabia. De su grito. Del desencaje de su voz.
Nos pegó a los dos.
Nunca a mi madre.
Ella nos protegía. Nos poníamos bajo su protección.
Tenía un carácter fuerte. Cuando perdía los papeles temías lo peor.
Cuando estaba tranquilo era otra cosa.
Mamá decía que ella esperaba a que se le pasara. Entonces le respondía. Le hacía entrar en razón.
A él le trataron con la misma razón.
Se dice que eran otros tiempos. Así actuaban los padres con sus hijos. Algunos hombres también golpeaban a sus mujeres.
Mi padre nunca agredió a su mujer. Si se alteraba con ella se iba a escampar la boira. Volvía manso.
Se equivocó con nosotros. Mamá era severa y nos llevaba rectos sin golpes, con castigos.
Mi hermano se enfrentó a él en la adolescencia. Desde entonces nunca más le pegó.
Yo no recuerdo si me beneficié.
Creo que desde que supo de mi cambio, en los once y doce, dejó de hacerlo.
Hoy digo que quien pega (golpea) pierde la razón. El diálogo es el camino. Educar tiene más eficacia sin golpes. Mi madre decía que al fin los palos no sirven. Acostumbrados a ellos no modifican un comportamiento. Educar es ofrecer modelos de conducta y no parece muy acertado ejemplificar con el poder de la violencia.
¿Debería silenciar mi infancia para dulcificar el recuerdo?
Me avergonzó muchos años.
Hoy no la silencio.
Estuve allí.
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