Constructo
No man are wo_man
Se les ocurren chorradas.
Mi ser se ha ido construyendo en un constructo social.
Cuando nací era la cuarta. De los tres primeros sólo quedaba uno. Los dos primeros murieron por negligencia médica. En esos años la infancia no era valorada. Se contaba con altas tasas de natalidad. En general, el control era la marcha atrás.
Mi condición se me impuso. No era como papá ni como mi hermano o mi primo, con el que me llevó un mes. Jugaba con ellos a roles de chica. Yo tenía muñeca, ellos un simulado rifle que disparaba un corcho atado a él con una cuerda, para evitar daños, pero que pronto cambió por escopeta de perdigones. Se hacían tirachinas, yo vestiditos y jugaba a las cocinitas. Ayudaba a mamá en las tareas domésticas. Escobar, quitar el polvo, fregar el suelo. Mantener la casa limpia y ordenada. Ayudar en la cocina. Limpiar verduras. Pelar y cortar, con cuchillo. Los peladores llegaron más tarde. Recuerdo que mamá adquirió uno y unas pinzas para darle vuelta a la carne en la sartén, en uno de esos viajes en que me llevaba con mis tíos de Barcelona a pasar con ellos el mes de julio. Esas eran unas verdaderas vacaciones. Mi tía nunca me hizo asumir ninguna de esas tareas. Ella era muy eficaz en mantener la suciedad controlada. Iba con ella a comprar, íbamos a un parque infantil con mi prima y la abuela. Pasaba ratos en casa de su cuñada que pintaba botas, botijos y vasos, de souvenir o adorno. En esa casa estaban la abuela y la hija, que era mayor y yo admiré. En el verano del 64 mi tía me inició en el ganchillo. Tuve experiencias fotográficas con mi tío. Él transformaba un aseo mínimo en cuarto de revelado donde la ducha. Su cisterna funcionaba oprimiendo un botón. Ellos vivían en una cuarta planta sin ascensor. Estar alto les ofrecía la proximidad de la terraza. Allí subíamos. Amé a mis tíos con locura. En esa casa había libros y cuentos. Los disfruté. También los había en la de mi primo, el compañero de juegos en la época infantil.
Entré en ese tajo. Me quejé cuando el trato diferencial lo consideré injusto. No entré en contacto con el feminismo en esos años, ni en los siguientes. Lo hice en el año en que cumplí veintiocho. Allí reafirmé mis posturas reivindicativas.
Estudiar me abrió camino. Si no hubiera seguido esa senda otro gallo cantaría.
No es cierto que seamos libres. Lo somos más que la generación de mis abuelas, o la de mi madre y mis tías; pero hay mucho por lograr.
La primera condición para la libertad es no depender de nadie para subsistir. El trabajo de quien no tiene medios propios. Poder asumir el techo y la manduca es lo mínimo.
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