Experiencias de aprendizaje
Tejer un texto
Igual no me fue mal haber pasado por un aprendizaje supuestamente para hacer de mí una mujer de provecho, tal como decía la abuela Carmen.
Creo que con los cinco hice un pañuelo blanco con vainica simple. Las monjas de Sta Rosa nos enseñaban a enhebrar la aguja, a hacer distintos puntos en un pañito, a sacar hilos, a hilvanar,…
Me gustaba. No lo voy a negar. Una suerte.
Leer, dibujar,… Mi infancia estuvo llena de experiencias de aprendizaje. Las marias del bachiller, propias de niñas, no me angustiaban. Las dominaba. Iba bien aleccionada. Hicimos álbumes con cartulina negra y escritos con tinta blanca y plumín. La caligrafía no se me daba bien. Un trapito muestra en cada hoja. No los conservo. Me los pidió mi tía de Jaca, que era maestra y ya no supe más. Ni los reclamé. Igual por allí andan.
El caso es que tengo un trapito de lino en el que di mis primeras puntadas en los bordes. En él hice el abecedario con más de veinte años, a cruceta, mi punto favorito. Soy muy de geometría.
Posteriormente esa experiencia la apliqué a los pixels de dibujo en pantalla.
A lo que iba, en mi escribir mi mente planifica. No escribo escaleras. Sólo notas. Igual hacía para organizar mis clases.
Ayer pensé que para ellas partía de lo general a lo específico y que eso mismo ocurriría en mi revisión de la novela escrita. Una vez escrita vería sus partes, que las previas podían cambiarse.
Ahora estoy en proceso creativo. Voy escribiendo. No tengo título, ni lo busco.
A cada narrativa progresiva le voy abriendo blog.
Soy muy de tener varias cosas en marcha.
Con más de veinte años terminé un mantel cuadrado con sus servilletas. A cruceta. Lo empecé con diez, en ese verano, cuando terminé una mantelería rematada a ganchillo. Debió ser que empecé el curso. Esas eran tareas que me tenían entretenida en vacaciones. No sé a qué se debió el abandono. Con esa edad había elegido el cuadernillo y los temas a bordar en cruceta. Me había organizado yo sola. Sin supervisión. Nadie creía a mamá cuando lo confirmaba. No hubo trampa. Yo era muy mía. Cortando las servilletas calculé mal y en lugar de seis saqué cuatro. Errar ayuda a aprender. Del error el aprendizaje. Mi madre no me recriminó. Las cuatro mitades de mi error debieron servirme para esas tareas que fuimos haciendo en el instituto. Creo que aún tengo dos trozos disponibles. Los hilos que usaba aún los conservo y he comprado más. Entre mis planes están. También bastidor. Algún día me pondré.
El caso es que quiero agradecerle a la vida haberme ofrecido todas esas experiencias de aprendizaje y a mi madre haber acertado dándome oportunidades.
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