De vecinos y vecinas, en la vaquería

 14 de mayo 


Teresa y Severiano eran vecinos. Habían comprado la casa con mis padres y se la habían repartido.

No tuvieron hijos. En mi infancia, ella me tenía cariño. Era la niña que hubiera querido tener. Por los niños nunca tuvo flojera. Sólo por mí. Me abrazaba, me besaba, me mimaba. De pequeña. En cuanto crecí dejó de tener conmigo ese apego.

Cuando yo tenía once o doce años, se mudaron a un piso.

Mis padres también habían adquirido uno en el mismo edificio. Llegando a amueblarlo, pero nunca nos mudamos. En esa época murió mi abuelo, el padre de papá, y se le había asignado una habitación en él. Papá no quiso ir a vivir donde no pudo llevar al abuelo. 

Así que seguimos en la casa de la vaquería.

Teresa y Severiano alquilaron su vivienda. De quienes vivieron allí hubo buena vecindad. 

Nuestro patio fue lugar de juegos infantiles, cuando el tiempo impedía que los disfrutáramos en la calle.

Fueron meriendas de pan y chocolate, pan con vino y azúcar, o pan con aceite y azúcar. Posteriormente llegaría el tulipán, una margarina que nos encantaba entre galletas maría.

Como había vacas en casa, pude disfrutar de algunos postres y requeson. Incluso de nata para poner en el pan.

Recuerdo mojar ese pan y ponerle abundante azúcar.

Mi hermano y yo tuvimos unos dientes de leche dañados, decían que por el azúcar. Por laminear.

De más mayor, en verano, me preparaba unos bocadillos de tomate abierto en el pan y sardineta. Era mi favorito.

Comía y gastaba en actividad.

No estaba delgada, pero tampoco gordita.

Era muy activa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Llegir mou el pensament

Evocando a mis vecinos del tiempo infantil

De rodillas