Nada que darte
25 de julio
Asiste a mi memoria ese momento en que siendo niña te dije que tu futuro hermano o hermana, entonces no se sabía hasta el nacimiento, momento que se nombraba como alumbramiento o dar a luz.
Lloraste.
Me culparon por mi sinceridad. Tus tres años no buscaban la verdad, pero mis no sé cuántos sí.
En los veranos pasaba este mes en Barcelona. Con vosotros. Agosto los pasabais entre Huesca y Tardienta. Para mí suponía un verano de gozo.
Envidiaba tu vida. Te quería. Esa envidia no era contra ti. Me sentía tan bien entre vosotros. Siempre me sentí.
Pocas veces apuntó mi diana a ciertos recuerdos.
Tu padre, mi amado tío, fue una figura muy importante. Sin él en mi vida, mucho de lo que he abrazado hubiera pasado de largo.
Él me dio valor siempre.
Y tuvo que ser un diez de agosto y estas fechas las que dejaron tu adiós.
La casualidad no existe.
Aquel día que tras patear el parque de la plaza de vuestro barrio, pensé que estabais a mano, y fui a ver a mi tía, tu madre, y con ella a ti, para ese último contacto dejara otros rastros.
Papá te adoraba. Él acabó hospitalizado en ese fatídico año.
No pude callarlo. Le dije que habías dejado esta materialidad del ser. Dijo que sufrías. Lo vio bien.
En Huesca unas fiestas locales y en mi interior un desgarro.
Hará nueve años.
Tu madre, cumpliría años.
No tengo cuenta. He dejado en la cuneta los aniversarios.
Un recuerdo con ella. Creo que por mañana, salimos a celebrar su cumpleaños y mi santo.
Volvimos bajo el agobio de un sol lacerante, a comer a las casas. Ella con su hermano y yo con mi padre.
Temimos regresar bajo la crudeza solar en el momento crucial de después de comer. Cambiamos planes por la guía que el sentido común nos decía no era bueno andar por la calle con las calendas que caían.
Mamen, así te nombraba papá que te daba cariños.
Nunca supe qué sentimientos abrigaste.
Tu madre y mi padre tenían un algo especial.
Eran vitales.
La vida en ellos cobraba los brillos que a veces ocultan oscuras vivencias que no se quieren mirar.
Decías: “ El meu Sant, el meu Sant.”
Era el mío. Cumpli años y santos en tu paraíso. Julio se está marchando. Lo vamos atravesando.
Te admiré.
Eras todo aquello que nunca hubiera podido ser.
Uno de mis tesoros enterrados.
Escribí para ti: “Nada que darte, aquí me tienes.”
Maldito cancer.
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