Resiliencia y responsabilidad
Si renuncias a la vida, buscas la salida.
No siempre, ni en todas las culturas, se hizo incipiente en que hacer acción contra tu existencia es algo reprobable.
El dolor físico o mental es eso, dolor.
Puede ser insoportable.
La falta de vínculo con el palpitar vital enferma el ser.
Ayer recordé cómo mi madre en su infarto pensó en papá y me pidió que le cuidara. Sin embargo, cuando en realidad fue su final de viaje me dijo que se habían querido mucho, pocas horas antes. En ese periodo de hospitalización sin retorno, desde la urgencia de esa Navidad al 2 de febrero, en ningún momento me habló de que cuidara de papá. Pensé que se iba deshaciendo del vínculo con la vida.
La muerte es inevitable. Es nuestra condición de ser. Es una transformación de la materia, pero un traspaso de la conciencia a eso que no sé y cuando se desvele en mi existir no podré identificar.
Toda la química y física que hace que yo me crea que soy no responde a la inspiración del nacer y expiración del morir.
Hoy, mirando por la ventana a la plaza del centro comercial he pensado en la posibilidad, visto el despliegue de medios ante mí, de otro suicidio.
Hoy, festivo y celebrativo día bien puede ser detonante para quien en su estar, físico o/y mental, le duele la vida de forma insoportable.
Ayer, en las noticias, un número de auxilio y asistencia. No sé si para local o nacional.
Recuerdo que en una intervención al respecto apuntaban que le decían a la persona que levantara la vista y mirara hacia arriba.
Que alguien llame a un número de auxilio no es fácil, pero sería bueno hacer frente a esta problemática social desde distintos frentes.
Estamos sometidos a presiones tan intensas que nos rompemos.
Nuestra fragilidad viene desde nuestro origen. Somos seres sociales. Individualmente no podemos bregar con lo que nos cae encima.
¡¿Qué hace el sistema que deja a la deriva a las personas y sólo medra en lo superficial?!
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