He amanecido que estaba oscuro. Tercer día, o cuarto, con dolor de cuello. El peor soporte en esa situación la almohada. Paso tiempo con pantallas, y no sé si tejer tiene algo que ver. Intento buscar posiciones menos cruentas. Mi codo no se rehabilita. Me preparé con dos calcetines viejos, en desuso, una codera, siguiendo la sugerencia de un vendedor de miel al que suelo acudir. El treinta tengo cita de trauma. Mis caderas se resienten. Mucha casa en los últimos meses. Creo que mis músculos y tendones se duelen. De mis articulaciones, no digamos. De pronto la consciencia. No sólo son arrugas y canas. He abierto la casa a la calle. Subiendo persianas. Recogida de escombros de trabajos de albañilería. Muchas reformas. Venden y/o alquilan. Han hecho de la vivienda su maná. No es cosa mía. Lo de maná. Tras las paredes, se oyó en una discusión de herencia del piso de al lado, allá donde en febrero se nos acaba el contrato. Aquí calma. Es nuestra casa. A puro de esfuerzo. Tras pa...