Casas

 Casas

Nací a la orilla del Isuela. Mi madre, desde la ventana de la sala de parturientas veía a mi hermano. 

Viví en ese barrio de suelo de áridos veranos, barros y nieves.

Las lluvias tomaban rumbo hacia abajo, desde lo alto de la ciudad.

Esa casa, que fue mi hogar era refugio.

Hoy la miro desde la perspectiva actual y no viviría en ese lugar.

La casa de mi familia paterna era de adobe. Se vendió junto con las tierras.

Mi padre fue generoso, pues mi abuelo no tenía esa potestad. 

Tengo un remoto recuerdo de ella.

La de la familia de mi madre mantiene recuerdos que puedo evocar. En la calle el Sol. En Tardienta. Mañana San Roque. La fiesta pequeña que empezó ayer.

En Fañanás Bureta, y en Tardienta Santa Quiteria.

En mi vida el pueblo era ese lugar familiar.

Hoy no me vería allá.

Elegí la ciudad. Con sus virtudes y defectos.

Hubo un momento en que mi padre quiso enraizar en sus orígenes. 

Primero compró una era. Adecuó tomas de agua y luz. Acabó vendiendo. Llegó a comprar cuatro casas. De ellas adecuó una, y la disfrutó. En ella pasé muchos veranos.

Actualmente parece que hay un retorno a esos pueblos de ayer.

Las condiciones de vida son mejores.

Quien más y quien menos con su coche. 

La prima de papá hablaba de cuando iban andando desde el pueblo a la ciudad.

Ella con su madre a llevarle muda a su padre que estaba en la cárcel por razones políticas en los años aciagos de una posguerra que muchos quisieran olvidar.

Muchas casas medio en ruinas son chamizos, según diría mamá.

Tuvimos suerte. Pudimos medrar. Yo pude estudiar en un sistema público que me ofreció la oportunidad.

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