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Mostrando entradas de septiembre, 2024

Lutos / Muertes

 29 de septiembre  Conocí el luto. Mi abuelo Francisco murió en febrero, cuando yo no había hecho los cinco que haría en julio. En mayo se casaba la segunda de sus hijas, en Barcelona, con un catalán. En esa boda, mi abuela de luto. Incluso con un velo negro sobre la cabeza. Mamá muy delgada y demacrada, también de negro, con mi hermano y conmigo. Papá no podía. Las vacas requerían su presencia. Limpieza de la rasa, dos veces al día. Ordeño. Cama de paja. Todos y cada uno de los días del año. Tengo recuerdos del abuelo. Los tengo. Febrero también se llevó a la abuela. Entonces, yo tenía catorce. A mi madre una madrugada del dos del mismo mes. Febrero es un mes trágico para nosotros. Más frío que enero.  Yo no me puse luto. Lo significativo de entonces es que no llevo pendientes. Los últimos cuando mamá estuvo hospitalizado. Los compré a finales de diciembre para darle el gusto. Su madre tenía un dicho. Una mujer sin pendientes, como un aparador sin fuentes. Estaba leyendo...

Alergias

 Alergias  Las sufro. Las padezco. Cada vez más. Es un tormento. Sobretodo en los ojos. La picazón en párpados y extremos se me hace insoportable. Duermo poniendo una pieza textil tapándolos para evitar andar hurgando. Uso colirios a menudo, porque se me secan mucho. Tengo una pomada para la piel de alrededor del ojo. La estoy agotando. Me la recetaron hace años, porque tenía descamación. He pasado un largo periodo de mi vida sin estos inconvenientes. A la vejez viruelas. Dicho popular. Por cierto, a mí también me gusta el verde fosforito. Tuve una chaqueta de verano, que ponía con un vestido negro. Me gustaba estéticamente y porque era un tejido que no se arrugaba y no me daba calor, al no pegarse. El material era sintético. No creo que haya fotos testigo. Sólo mi recuerdo. Actualmente no suelo llevar vestido o falda, aunque tengo en el armario por si me apetece.  Alguna vez caen.

Elecciones

  No todas mis decisiones dependían de mí. Hubo un periodo de mi vida. Desde que nací hasta que cumplí veintiún años, momento en que por ley podía emanciparme. Mi madre. Mi padre. Ellos marcaban pauta. Yo no me acomodaba. Me encaraba. Protestaba.  Salía perdiendo. Castigos y lo que ya no quiero plasmar en esta pantalla. Me daría pánico estar allí. Así miro esa brecha en mi tiempo. Pasé como pude. Me afirmé. Aguante. Volví. Los lazos emocionales se antepusieron a los reproches. Así me va. Después de enterrarlos, no hay fuerza que me lleve. No quiero ir. Ni de visita. Sin embargo.  Mantengo otras huellas de mi pasado con amor. El tiempo también limpia. Los recuerdos quedan en mis manos, y puedo hacer con ellos aquello que me vaya bien.

Quitarse de en medio

  Es Libertad. El mundo se espanta. Se para. Con ello se marca. Fracasa. Naciste de carne. Tu carne no aguanta. Viniste sin ganas. Te engañan. Todos los que tienen y pueden no quieren tu libre albedrío. Amasan su fuerza a costa de tu sacrificio. Es cierto. Tu cuerpo no es tuyo. Lo rigen sus reglas. Lo cortan y sangran. No es género. Es útil para sus hazañas. Con él cuentan bajas. Con él pierden cuentas. Con él cuentan para sus chanchullos. Tu voz silenciada. ¡Procrea! Fábrica otros cuerpos sin alma. Educa el silencio humilde del pobre. Servil y vacío. Sin aire ni tierra. Sin agua.

  Había que plegarse. Doblegarse. Dejar en trastero muchas cualidades. Seguir el sendero, perdiendo el aire. Volar en los sueños, bajo mantas pesadas que aplastan las carnes y ahuecan el alma. Nos fuimos saliendo, perdiendo esperanzas, siguiendo sus pautas muy bien amañadas. La vida sin pausas. Barreras y guardas de un libro tachado de faltas. Me hierven las carnes. Los años me pasan. Viniste a mirarme. No viste mi cara. Mi gesto te engaña. Sólo el reflejo te basta. Tú. Mi yo no sé aguanta. Tranquilo. Tranquila. Tiré en el camino todas mis armas. Supiste engañarlas. Amañaste tu juego. Engañaste a mi mente. Mi alma lo sabe. Migajas reclama.