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Mostrando entradas de noviembre, 2024

Abrazos en la distancia

 5 de noviembre  Despierto por segunda vez. Ya hay claridad. Me dispongo a empezar nuevo día. Otra oportunidad. Me cuesta poner los calcetines y el pantalón elástico. Las lumbares. Anoche anuncio con flemas. Tomé sólo una cucharada de miel. Hoy empiezo con el fluimucil. En mis despertares pienso en ellos. Sólo puedo escucharles. Me querría libre de mis achaques, pero estoy aquí. Aún sigo ocupándome de mí. Cambié la cita de traumatología el 30. El 20 la tendré. Por el codo. No tengo fuerza. Me duele. Hoy mi pensamiento en ese ambiente nocivo de ciénaga que les ha acompañado en mi noche arropada. Quiero escucharles. Acompañarles en su dolor y pérdida. El pánico les entra por las rendijas del alma. No soy ellos. Ni puedo ir.  Estaré aquí, pendiente, alerta. Un abrazo al aire. Energía que une en la distancia. No me excuso. No hay nada que lo repare. Hemos armado un mundo sin alma. Mis lágrimas se abrieron paso cuando vi la marea humana que se acercaba a sus barros.

Sin condiciones

  Que alguien se alegre con tu presencia es lo más importante. Pasados estos años de duelo, y mirando atrás, estoy pensando en esa pérdida emocional.  Nadie más lo ofrecerá. Mi madre, mi padre,… Mi relación con la vida no es la misma. Me sabía querida. Estar con ellos, en sus últimos años era retroalimentación. Cada día, desde la distancia, cuando salía del trabajo hablaba con mamá. Papá solía no estar. Él salía a hacer sociedad, según él decía. Leer la prensa en casa, pero no sólo el periódico que compraba por la mañana, y mi hermano o yo le fuimos llevando al hospital hasta su último día, un domingo de septiembre, leía en el centro social otros. Jugaba al guiñote, juego que mantuvimos con él, en el hospital. Por la noche, cada día les llamaba y nos dábamos las buenas noches. En esa época mantuve el móvil sin cerrar la conexión en ningún momento. Tenía que estar si mi hermano me llamaba por alguna incidencia. Eso desde la noche en que mi familia tuvo que llamar a mi compañera...

Riadas

  Viví una riada. De niña. Son recuerdos que vienen dadas las circunstancias de la zona de levante y delta del Ebro. Cuando veo coches amontonados, interfiere en mí la puerta de nuestra casa que si no hubiera sido en los finales de los cincuenta nos hubiera masacrado. En mis recuerdos la actividad de mis padres y vecinos. Limpiando desagües de esas aguas hacia acequias de las huertas circundantes. Poniendo trabas al curso del agua, desviando su cauce. Hubo vecinas y vecinos que vieron sus viviendas anegadas y subieron a los tejados.  Eran casas que no alcanzaban un tercer nivel. Bajos y primeros eran la mayoría. En nuestra casa no llego el agua más allá de las patas de las vacas. Eso por ese desvío controlado. Nuestro barrio en la zona del río.  El agua sube por vasos comunicantes.  El río se desbordó y las aguas de la ciudad bajaban por nuestra calle, arrastrando piedras y barro. Barro que, una vez pasada la tormenta, era material de nuestros juegos infantiles. En H...