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Mostrando entradas de septiembre, 2025

Mudanzas

 Mudanzas Cambios de mundos posibles. La primera no fue cosa mía. De la que fue casa hasta mis dieciséis a un piso. Decía que no me adaptaría, pero me adapté. Volvía a ver lo que en ella dejé. No recordaría, aunque lo intentara, el momento en que de verdad la dejé. La abandoné. La segunda mudanza ir de Huesca a Barcelona con un equipaje mínimo. En una bolsa bolso que había servido para llevar libros y cuadernos en tiempo de estudios universitarios. De esa fueron goteando en los viajes de ida y vuelta algunas cosas más. Qué poco necesité. Los libros pasaban de mano en mano. Nos los dejábamos. Los míos quedaban en el piso, con muchas de mis cosas. En un mueble que aún estaba allí con ellos cuando estuve por última vez. En el piso conservaba mis recuerdos. Mi habitación fue mía hasta que se la cedí a la mujer que se ocupaba de atender a mis padres, cuando ya no pudieron asumir todas sus necesidades. Perdí mi armario y mis cajones. Ya no quedaba mucho. Era lo imprescindible para poder ...

Muralla

 Amurallados  Amurallados en los nichos, mal llamados piso o apartamento, de cama, aseo, cocina y salón. Sala, se lo oía a mis parientes de tierras monegrinas y hoya de Huesca, donde se recibía, porque la vida diurna se daba en esa cocina de fogón y cadiera. Grandes cambios, pensamos evolucionamos. La casa, no es casa, es la colmena. Los de abajo y arriba, los de los cuatro costados. Unos enfrente otros detrás. Nos molestamos. Normas hay para ruidos que puedan incomodar. Aparatos iluminados como antiguas fogatas, donde las pantallas silencian desgracia y soledad. A cualquier hora, la calle ilumina con semáforos y farolas. Ventanas son faros en esa noche insomne.  Las estrellas no nos pueden titilar porque la noche de ciudad no las deja diferenciar. Ellas iluminaron en años luz ese parpadeo que queremos significar. Cuando mi madre expiró en una estrella la quise significar. ¿Quién mirará ese cielo desde ese mismo lugar? Desconozco quienes llegaron a habitar bajo las estrel...

Cruceristas. Cruceros

 Cruceristas. Cruceros Aquí, en Vigo, muchas veces nos encontramos con personas que denominamos cruceristas. Dicen los taxistas que los contratan por un día, para que les lleven de un sitio a otro. Por ejemplo, al Castro, a Samil, a Ballona,… Dicen ellos, y los que regentan bares y restaurantes del centro, que dejan muy buenas propinas, y que los hay que se llevan la bandejita o plato de la nota o tíquet del consumo. Estuvimos cinco años alquiladlas en un piso con amplias vistas de la ría. Allí veíamos esas moles que surcan océanos y mares. No me atrae nada embarcarme en ese supuesto placer del hay quien hace alarde. Leyendo a Wallace, concuerdo con él en la visión que da en su libro Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer. De mi experiencia turística puedo señalar que podría comparar una y otra experiencia, cuando en viaje organizado me he sentido fuera de lugar, observando una realidad amagada tras una pantalla de idealidad.

De rodillas

 De rodillas Me arrodillaba en la iglesia. La última vez, en el entierro de mi padre. Creo. Igual ya no. Me arrodillaba para fregar el suelo y las escaleras, antes de las fregonas. Mamá pasó por dos operaciones. Una de soltera y la otra siendo yo una niña ya crecida. Dadas sus circunstancias no podía arrodillarse para eso. Se solucionó con un palo que terminaba en una madera gruesa pulida, donde poníamos la bayeta escurrida. Eran los sesenta. Mamá iba a misa los domingos. Allí seguramente seguiría el ritual. Posteriormente dejó de ir y la siguió en la televisión. Hay otra actividad que no cito. Se puede pensar.

8 de septiembre

 8 de septiembre  Voces.  Charlas.  Sonidos de escolares que vuelven a las aulas. La luz del sol y sus voces me han dado la bienvenida a este nuevo día. Ha pasado más de dos horas para que mi consciencia me lleve a cuando era yo quien los recibía. Un llanto. Estuve los últimos cursos de un lado a otro. Por circunstancias me tocó a mí. En este día ayudaba con los grupos de infantil. Nunca antes me las había visto con esa generación nueva que con dos y tres años me aceptaba o rechazada. Los lloros iban menguando. De hecho, los juegos y participación les hacía olvidar el desgarro de la separación. No todos. Siempre había alguno o alguna que no se calmaba. Muchos y muchas venían de haber estado en guardería. Cuando empecé en el oficio, casi todo el alumnado venía de casa a iniciar la enseñanza en lo que hoy es Primaria. A mí me habilitaron para la EGB. Era en los setenta. Ya había clase en infantil, pero la de tres años no. En mi tercer año accedí a lo que entonces empez...

Imagen intrusa

 Imagen intrusa. Esperaba para pagar la media docena de huevos. Delante de mí garrafas de agua que yo no podría levantar. La cajera. El cliente. Observé y miré. Salí con el cambio y fui al encuentro de L. Propuse la ruta. Hacía buen día. Retorno con bus. Desde la madrugada lluvia.

Evocando a mis vecinos del tiempo infantil

 Melero Los Melero eran nuestros vecinos amigos. El abuelo se solía sentar en nuestro banco a la caricia del sol del invierno con un libro de vaqueros. Jesús, su nieto, y yo jugábamos en su casa. Había otros vecinos. Niñas y niños. La única que tenía esa proximidad era yo. Su madre, Alejandra, decía que para ella era una hija. Delante de la entrada de su casa transcurría la acequia con una higuera a la que me subía. Entrábamos y por la derecha, tras atravesar un espacio diáfano, donde se guardaban apeos y otras cosas, accedíamos a la zona de gallinas y conejos en conejeras.  A la izquierda la cocina. Delante al huerto con frutales y tras una pequeña puerta al Isuela, nuestro río. El niño era menor que yo. Hace mucho que no sé de él. Nos encontramos una vez. Muy alto y delgado. Empiezo a leer a William Faulkner y me transporto a ese mundo que viví. Añadiré que en ese espacio diáfano, paralelo a los tres dormitorios seguidos uno de otro hasta la cocina, abrieron alguna vez un ba...

Pollo para siete

 6 de septiembre  Estos dos días, jueves y viernes, la casa ha sido correr y esconderse. La niña y el niño. Jugar y jugar. Ayer, comida para siete. Pollo. ¡Qué rico! Compré dos bandejas de cinco. Las verduras congeladas y las patatas cocinadas. Dos ollas grandes. Justito. Hoy comeré las sobras. Repetimos lo que quisimos. Los niños agotan, pero suman. Dormimos poco. Los últimos en dormirse y los primeros en despertar. El lunes volverán a su escolaridad.

Gafas

 Gafas Me operaron de cataratas en los dos ojos. Recuperé lo más valioso de mi vida. Leer. No me atreví a poner unas lentes que cubrieran la hipermetropía. He podido volver a gafas que usé tiempo atrás, y me hice unas progresivas para cuando salgo, que filtran la luz. Siempre me molestó mucho la claridad. Me trajo a sacar este tema el recuerdo del pasado, cuando mis padres me advertían del peligro de leer para la vista. Si ese ha sido el precio, ¡bien!

Docencia

 —¿Ríes? —Sonrío. Cuando nos cruzábamos en el pasillo. Él a lo suyo y yo a lo mío. Saludar con un gesto y una sonrisa. Ese fue un tiempo de gloria personal. La alegría de hacer aquello que me daba vida. Que me llenaba. No duró. Nos dieron la vuelta a todo. Aquello para lo que me sentía preparada y me actualizaba dejó de tenerse en cuenta. Daba clases de lo mío y conectaba. Cuando entre docente y grupo funciona la cosa sumas. Ese compañero que consideraba amigo del trabajo marchó a un instituto. Él y otros. Quedamos muy pocos del equipo.  Por los que marcharon y los que se jubilaron. Aquel cambio me frustró. Tuve en mi mano formar parte a otro nivel. Acabé socarrimada (quemada). Me fui yo también. Volver a empezar en otro contexto ya no fue igual. Me costó lo mío. Ni palante (a delante)ni patrás (atrás). Esos últimos años fueron complicados en lo personal. Antes de jubilarme tuve los quiebros de mis padres. Acompañar en la distancia se convirtió en trabajo y viajes de ida y vue...

Polvo

 De esas muchas cosas que no controlo ésta persiste e insiste. Esa liviana capa que acumulada desluce. Ya puedes quitarlo a diario, que insiste. Ácaros son sus artífices. Cuando la borreta (pelusa) que recojo, con paño o mopa, me deja inquieta por los cabellos largos que sin duda son míos, me incomodo y recuerdo esa infancia en que a mí me implicaron en hacerme responsable de que la casa estuviera limpia y ordenada. Primero la escoba, después el paño y por último agua. Entonces arrodillada. La limpieza diaria era una de mis obligaciones. Para aprender tocaba. Mi madre. Mi abuela. Yo renegaba. Actualmente no me presto a diario. Le dedico lo imprescindible. Observo que de ese color terroso de antes hemos pasado al negro. Muchos contaminantes. Dicen que disruptores endocrinos.

Septiembre

 Septiembre  Septiembre se llevó a mi padre. Septiembre lo trajo al mundo. Hoy me recorre la espina dorsal el quejido de un malestar emocional. Entre él y yo treinta años. El 7 de septiembre su aniversario. El 7 de septiembre cambió su morada a un nicho. Su alma vino en sueños en esos días rotos en que a todos nos amenazó la daga. El celebró mi venida. A él le debo la materialidad de mi ser. No voy al cementerio. Allí no está. Sus huesos descansan, pero no son él. Dejó en mí y los descendientes que pueda haber. La genética familiar no siempre se puede localizar. Un hombre puede dejarla allá donde nadie lo sabrá. Él tan vital. Tan llenado de vida. Tuvo que claudicar. La vejez nos alcanza. Le alcanzó a él. Hubiera cumplido 101 en este mes. Se fue con 91, que para la vida que le tocó vivir es de considerar. Hizo mejor el mundo.